Zanahorias baby: un origen que no te esperabas
Poco a poco han conquistado nuestras mesas, convirtiéndose en una alternativa a su contraparte más adulta: estamos hablando de las zanahorias baby, esas pequeñas y lindas verduritas de color naranja brillante que nos saludan desde sus botes desde los estantes del super. De lo que normalmente no hablamos, al menos en voz alta, es de su origen, envuelto en un halo de misterio durante años. Hoy te contamos algo que podría hacerte ver a estas preciosidades con otros ojos.
Grandes, feas y deformes
Como sucede normalmente, detrás de las zanahorias baby se esconde un negocio, y también, al menos en cierto sentido, el sano impulso de no querer desperdiciar verduras solo porque su aspecto sea poco atractivo. La idea surgió en los fabulosos años ochenta cuando un granjero californiano se cansó de tirar sus zanahorias retorcidas por lo haberlas podido vender en el mercado.
Su idea fue modelarlas para que tomaran una forma más atractiva, con sus consecuentes intentos fallidos, por supuesto. Y así es como las verduras que una vez terminaron como alimento para animales, hoy las encontramos en un frasco monísimo a un precio con la consecuente subida de precio. Y la razón es muy sencilla: el proceso de producción de estas zanahorias es muy costoso.
Por mucho que nos guste la idea de «no derrochar» que hay detrás de las zanahorias baby, el procesamiento de las zanahorias baby requiere de mucha agua e incluso más energía, convirtiendo estas verduras en una pesadilla para la sostenibilidad y esta pesadilla a menudo se refleja también en su precio. Es posible que valga la pena comprar zanahorias menos bonitas pero más sanas, más baratas y sin procesos de elaboración tan costosos, de manera que además ayudemos en primer lugar a la sostenibilidad de nuestro planeta.
